As I write this column on the feast of St. Augustine, August 28th, the following quotes from Augustine’s Confessions are worth our consideration. They speak of the power of a mother’s prayers, St. Monica, for a wayward son. The second passage summarizes Augustine’s struggle to give up his life of sin. Augustine is speaking to Our Lord in these quotes.
And Thou sent Thine hand from above, and drew my soul out of that profound darkness, my mother, Thy faithful one, weeping to Thee for me, more than mothers weep the bodily deaths of their children. For she, by that faith and spirit which she had from Thee, discerned the death wherein I lay, and Thou heard her, O Lord; Thou heard her, and despised not her tears, when streaming down, they watered the ground under her eyes in every place where she prayed; yea Thou heard her.”
I was sure that it was better for me to give myself up to your love than to give in to my own desires. However, although the one way appealed to me and was gaining mastery, the other still afforded my pleasure and kept me victim. I had no answer to give to you when you said to me, ‘Rise, you who sleep, and arise from the dead, and Christ will enlighten you.’ When on all sides you showed me that your words were true, and I was overcome by your truth, I had no answer whatsoever to make, but only those slow and drowsy words, ‘Right away. Yes, right away.’ ‘Let me be for a little while.’ But ‘Right away-right away’ was never right now, and ‘Let me be for a little while’ stretched out for a long time.
There is always hope with Christ.
God bless
FRVW
Mientras escribo esta columna en la fiesta de San Agustín, 28 de agosto, vale la pena considerar algunas citas de la obra Confesiones de San Agustín. Hablan del poder de las oraciones de una madre, Santa Mónica, por un hijo obstinado. El segundo texto resume la lucha de San Agustín para dejar la vida de pecado. Agustín le habla a Nuestro Señor en estas citas.
Y tú enviaste tu mano desde arriba, y sacaste mi alma de la profundidad del abismo, mi madre, fiel a Ti, llorando por mí, más de lo que las madres lloran la muerte corporal de sus hijos. Porque ella, por la fe y espíritu que ha tenido de ti, discernió la muerte en donde yo estoy tendido, y tú la escuchaste, O Señor; tú la escuchaste, y no despreciaste sus lágrimas, cuando rodaban hacia abajo, mojaban el piso bajo sus ojos dondequiera que ella rezaba; si, tú la escuchaste.”
Yo estaba seguro que para mí era mejor entregarme a Ti que dejarme caer en mis propios deseos. Sin embargo, a pesar de que un camino me atraía y estaba ganando dominio, el otro todavía estaba al alcance de mi placer y me mantenía víctima. Yo no tenía respuesta para Ti cuando me dijiste, ‘Levántate, tu que duermes, y levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará’. Cuando por todos lados tú me demostraste que tus palabras eran verdad, y fui vencido por tu verdad, yo no tenía respuesta alguna, sino solo esas palabras lentas y somnolientas: ‘Ya mismo, si, ya mismo’. ‘Déjame por un rato’. Pero, ‘ya mismo, ya mismo’ nunca fue ya mismo, y ‘déjame por un rato’ se extendió por mucho tiempo.
Con Cristo siempre hay esperanza.
Dios los bendiga
FRVW
