Gaudium et Spes, Joy and Hope, is the Pastoral Constitution on the Church in the Modern World from Vatican Council II. It is good for us to consider St. John Paul’s words and explanation of Gaudium et Spes as he was a contributor to the document. (We should also recall that St. John Paul II was present for the entirety of VC II as a bishop.)
Pope John Paul II often spoke of Gaudium et Spes. Article 22 and Article 24 were central to his understanding of the document (and, one could argue, to his understanding of VC II).
The key paragraph from Article 22 says,
The truth is that only in the mystery of the incarnate Word does the mystery of man take on light. For Adam, the first man, was a figure of Him Who was to come, namely Christ the Lord. Christ, the final Adam, by the revelation of the mystery of the Father and His love, fully reveals man to man himself and makes his supreme calling clear. It is not surprising, then, that in Him all the aforementioned truths find their root and attain their crown.
The Church’s mission in the modern world is to make known man to himself by bringing man to Jesus and Jesus to man.
The final statement of Gaudium et Spes, 24:
Indeed, the Lord Jesus, when He prayed to the Father, “that all may be one . . . as we are one” (John 17:21-22) opened up vistas closed to human reason, for He implied a certain likeness between the union of the divine Persons, and the unity of God’s sons in truth and charity. This likeness reveals that man, who is the only creature on earth which God willed for itself, cannot fully find himself except through a sincere gift of himself.
One can see St. John Paul’s Theology of the Body in the final sentence. Man cannot find himself unless he gives of himself. John Paul will call it, The Law of the Gift.
The goal of all Catholics should be to give of themselves in each one’s vocation. In so doing, we find ourselves. We should also be Our Lord’s instruments to bring Him to others that they may truly know their dignity and vocation to self-gift.
God bless
FRVW
Gaudium et Spes, Alegría y Esperanza, del Segundo Concilio Vaticano es la Constitución Pastoral de la Iglesia acerca del Mundo Moderno. Es bueno que consideremos las palabras y explicación de San Juan Pablo II acerca de Gaudium et Spes ya que él contribuyó al documento. (Debemos recordar que San Juan Pablo II estuvo presente como obispo durante la totalidad de CV II).
El Papa Juan Pablo II habló a menudo de Gaudium et Spes. Los artículos 22 y 24 fueron centrales para entender el documento (y uno podría argumentar, que para entender el CV II).
El párrafo clave del Artículo 22 dice,
En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona.
La misión de la Iglesia en el mundo moderno es que el hombre se conozca a si mismo al ser llevado a Jesús y al traer a Jesús al hombre.
La declaración final de Gaudium et Spes, 24:
Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno (Juan 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás.
Uno puede ver la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II en la oración filan. El hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Juan Pablo lo llamaría La ley del Don.
La meta de todo católico debería ser entregarse a sí mismo en la vocación de cada uno. Al hacerlo, nos encontramos a nosotros mismos. También deberíamos ser instrumentos de Nuestro Señor para llevarle otros para que puedan conocer verdaderamente su dignidad y vocación de auto-entrega.
Dios los bendiga
FRVW