The month of July is dedicated to the Precious Blood. The feast of the Precious Blood of our Lord was instituted in 1849 by Pius IX, but the devotion is as old as Christianity. The early Fathers say that the Church was born from the pierced side of Christ, and that the sacraments were brought forth through His Blood.
“The Precious Blood which we worship is the Blood which the Savior shed for us on Calvary and reassumed at His glorious Resurrection; it is the Blood which courses through the veins of His risen, glorified, living body at the right hand of God the Father in heaven; it is the Blood made present on our altars by the words of Consecration; it is the Blood which merited sanctifying grace for us and through it washes and beautifies our soul and inaugurates the beginning of eternal life in it.
Symbols of the Precious Blood
Adam is sleeping an ecstatic sleep. God opens his side, removes a rib and forms Eve, the mother of all the living. But our view transcends this action and in spirit we behold the second, the divine Adam, Christ. He is sleeping the sleep of death. From His opened side blood and water flow, symbols of baptism and the Eucharist, symbols of the second Eve, the Church, the Mother of all the living. Through blood and water Christ willed to redeem God’s many children and to lead them to an eternal home.
At Jerusalem a service in Yahweh’s honor is taking place on the Day of Atonement. The high priest is making his annual entrance into the holy of holies to sprinkle the blood of bucks and bulls upon the covenant in expiation for the sins of the people. The Church shows us the higher meaning of this rite. Our divine High Priest Christ on the first Good Friday entered that Holy of Holies which is not made with hands nor sprinkled with the blood of bucks and bulls; there He effects, once and for all, with His own Blood man’s eternal redemption.
A finale. Holy Church transports us to the end. The heavenly liturgy is in progress. Upon the altar is the Lamb, slain yet alive, crimsoned by His own Blood. Round about stand the countless army of the redeemed in garments washed white in the Blood of the Lamb. Hosts of the blessed are singing the new canticle of redemption: “You have redeemed us out of every tribe and tongue and nation by Your Blood.”
Now from vision to present reality. How fortunate we are to have divine Blood so near to us, to offer it to the heavenly Father for the sins of the whole world!
Excerpted from The Church’s Year of Grace , Pius Parsch and catholicculture.org.
El mes de julio está dedicado a la Preciosa Sangre. La fiesta de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor fue instituida en 1849 por Pio IX, pero la devoción es tan antigua como la cristiandad. Los primeros Padres dicen que la Iglesia nació del costado perforado de Cristo, y que los sacramentos vinieron a través de su Sangre.
“La Preciosa Sangre que adoramos es la Sangre que Nuestro Señor derramó por nosotros en el Calvario y se reasumió en Su gloriosa Resurrección; es la Sangre que corre por las venas de Su cuerpo resucitado, glorificado, viviente a la derecho de Dios Padre en el Cielo; es la Sangre que se hace presente en nuestros altares a través de las palabras de Consagración; es la Sangre que mereció la gracia santificante para nosotros y por la cual se lava y se embellece nuestra alma e inaugura el comienzo de su vida eterna.
Símbolos de la Preciosa Sangre
Adán está en un sueño extático. Dios abre su costado, remueve una costilla y forma a Eva, la madre de todo ser viviente. Pero nuestro punto de vista trasciende esta acción y en espíritu contemplamos al segundo, el Adán divino, Cristo. Él está durmiendo el sueño de la muerte. De su costado abierto salió agua y sangre, símbolos del Bautismo y de la Eucaristía, símbolos de la segunda Eva, la Iglesia, la Madre de todo ser viviente. A través de sangre y agua, Cristo deseo redimir a los muchos hijos de Dios y así llevarlos a un hogar eterno.
En el Día de Expiación se ofrece un servicio en honor a Yavé en Jerusalén. El sumo sacerdote esta haciendo su entrada anual al lugar más sagrado para rociar la sangre de ciervos y toros dentro de la alianza, en expiación por los pecados del pueblo. La Iglesia nos muestra el mayor significado de este rito. Nuestro divino Sumo Sacerdote, Cristo, en el primer Viernes Santo entró al lugar más sagrado, el cual no fue hecho con las manos ni rociado con la sangre de ciervos o toros; allí, Él efectúa, una vez y para siempre, con Su propia Sangre, la redención eterna del hombre.
Un gran final. La Santa Iglesia nos transporta al final. La liturgia celestial está en progreso. Sobre el altar está el Cordero, asesinado pero vivo, enrojecido con su propia Sangre. Rodeado del incontable ejercito de los redimidos con vestiduras blanqueadas con la Sangre del Cordero. Una multitud de bienaventurados están cantando un nuevo canto de redención: ‘A través de Tu Sangre nos has redimido de toda tribu y lengua y nación’.
Ahora de la visión a la realidad presente. ¡Qué afortunados somos de tener Sangre divina tan cerca de nosotros, para ofrecerla al Padre celestial por los pecados del mundo entero!
Fragmento del Año de Gracia de la Iglesia, Pius Parsch and catholicculture.org.