The month of July is dedicated to the Precious Blood. The feast of the Precious Blood of our Lord was instituted in 1849 by Pius IX, but the devotion is as old as Christianity. The early Fathers say that the Church was born from the pierced side of Christ, and that the sacraments were brought forth through His Blood.
“The Precious Blood which we worship is the Blood which the Savior shed for us on Calvary and reassumed at His glorious Resurrection; it is the Blood which courses through the veins of His risen, glorified, living body at the right hand of God the Father in heaven; it is the Blood made present on our altars by the words of Consecration; it is the Blood which merited sanctifying grace for us and through it washes and beautifies our soul and inaugurates the beginning of eternal life in it.
Devotion to the Precious Blood
Devotion to the Precious Blood is not a spiritual option, it is a spiritual obligation, and that not only for priests, but for every follower of Christ. I really believe that one of the symptoms of modern society (and I would even include, sadly, modern Catholic society) one of the symptoms of a growing, gnawing secularism is the lessening and the weakening of devotion to the Precious Blood. Devotion, as we know, is a composite of three elements: It is first- veneration, it is secondly- invocation, and it is thirdly- imitation. In other words, devotion to the Precious Blood of Christ, the Lamb of God who was slain, is first of all to be veneration on our part, which is a composite of knowledge, love and adoration. We are to study to come to a deeper understanding of what those two casual words, Precious Blood, really mean.
I found this passage in the oldest document, outside of sacred scripture, from the first century of the Christian era – to be exact, from Pope St. Clement I, dated about 96 A.D. Says Pope Clement: “Let us fix our gaze on the Blood of Christ and realize how truly precious It is, seeing that it was poured out for our salvation and brought the grace of conversion to the whole world.”
To understand the meaning of the Precious Blood we must get some comprehension of the gravity of sin, of the awfulness of offending God, because it required the Blood of the Son of God to forgive that sin. We are living in an age in which to sin has become fashionable.
This veneration of the Precious Blood, which is the first element in our devotion to the Precious Blood means that we have a deep sensitivity to the awfulness of sin. Sin must be terrible. It must be awful. It must be the most dreadful thing in the universe. Why? Because it cost the living God in human form the shedding of His Blood.
Lord Jesus, You became Man in order by your Passion and Death and the draining of your Blood on the Cross, might prove to us how much You, our God, love us. Protect us, dear Jesus, from ever running away from the sight of blood. Strengthen our weak human wills so that we will not only not run away from the cross, but welcome every opportunity to shed our blood in spirit in union with your Precious Blood, so that, dying to ourselves in time we might live with You in Eternity. Amen
Excerpted from The Precious Blood of Christ, Fr. John A. Hardon, S.J. and catholicculture.org
El mes de julio está dedicado a la Preciosa Sangre. La fiesta de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor fue instituida en 1849 por Pio IX, pero la devoción es tan antigua como la cristiandad. Los primeros Padres dicen que la Iglesia nació del costado perforado de Cristo, y que los sacramentos vinieron a través de su Sangre.
“La Preciosa Sangre que adoramos es la Sangre que Nuestro Señor derramó por nosotros en el Calvario y se reasumió en Su gloriosa Resurrección; es la Sangre que corre por las venas de Su cuerpo resucitado, glorificado, viviente a la derecho de Dios Padre en el Cielo; es la Sangre que se hace presente en nuestros altares a través de las palabras de Consagración; es la Sangre que mereció la gracia santificante para nosotros y por la cual se lava y se embellece nuestra alma e inaugura el comienzo de su vida eterna.
La Devoción a la Preciosa Sangre
La devoción a la Preciosa Sangre no es una opción espiritual, es una obligación espiritual, y no sólo para los sacerdotes, sino para todo seguidor de Cristo. Realmente creo que uno de los síntomas de la sociedad moderna (e incluso incluiría, lamentablemente, la sociedad católica moderna), uno de los síntomas de un secularismo creciente y corrosivo es la disminución y el debilitamiento de la devoción a la Preciosa Sangre. La devoción, como sabemos, es una combinación de tres elementos: primero es veneración, segundo es invocación y tercero es imitación. En otras palabras, la devoción a la Preciosa Sangre de Cristo, Cordero de Dios inmolado, es ante todo veneración por nuestra parte, que es una combinación de conocimiento, amor y adoración. Debemos estudiar para llegar a una comprensión más profunda de lo que realmente significan esas dos palabras casuales, Preciosa Sangre.
Encontré este pasaje en el documento más antiguo, fuera de las Sagradas Escrituras, del primer siglo de la era cristiana, para ser exactos, del Papa San Clemente I, fechado alrededor del año 96 d.C. Dice el Papa Clemente: “Fijemos nuestra mirada en el Sangre de Cristo y comprendan cuán verdaderamente preciosa es, ya que fue derramada para nuestra salvación y trajo la gracia de la conversión al mundo entero”.
Para comprender el significado de la Preciosa Sangre debemos comprender la gravedad del pecado, lo terrible de ofender a Dios, porque se requiere la Sangre del Hijo de Dios para perdonar ese pecado. Vivimos en una época en la que pecar se ha puesto de moda.
Esta veneración de la Preciosa Sangre, que es el primer elemento de nuestra devoción a la Preciosa Sangre, significa que tenemos una profunda sensibilidad ante lo terrible del pecado. El pecado debe ser terrible. Debe ser horrible. Debe ser la cosa más espantosa del universo. ¿Por qué? Porque al Dios vivo en forma humana le costó el derramamiento de Su Sangre.
Señor Jesús, te hiciste hombre para que, con tu Pasión y Muerte y el drenaje de tu Sangre en la Cruz, pudieras demostrarnos cuánto nos amas Tú, Dios nuestro. Protégenos, querido Jesús, de huir jamás de la vista de la sangre. Fortalece nuestras débiles voluntades humanas para que no sólo no huyamos de la cruz, sino que aprovechemos cada oportunidad de derramar nuestra sangre en espíritu en unión con tu Preciosa Sangre, para que, muriendo a nosotros mismos en el tiempo, vivamos contigo en la Eternidad. . Amén
Extraído de La Preciosa Sangre de Cristo, P. John A. Hardon, S.J.
